Sabemos que es difícil dejar de hacerlo y que parece un hábito inofensivo, pero la onicofagia (o costumbre de morderse las uñas) compone riesgos no solo estéticos, también de salud y psicológicos. Se puede sufrir a cualquier edad y daña la cutícula, que es indispensable para la protección de la uña.
Sin cutícula, la uña está desprotegida pudiendo coger hongos, infecciones bacterianas y/o víricas. Además de no tener a la uña resguardada, pudiendo sufrir traumatismos en el tejido. Si se llega a dañar el tejido que bordea a las uñas (llamado periungueal) estaríamos ante una alteración irreversible, creciendo las uñas de manera irregular o con estrías.
Desde el punto de vista psicológico, la persona que se muerde las uñas es porque siente tristeza, ira, aburrimiento o excitación. El hábito se presenta en momentos de ansia o miedo, aunque a veces intercede en los gestos de emoción de la persona, algo tan antiestético como problemático.
¿Cómo dejar de morderse las uñas? Examinar en qué momentos se hace, por qué y modificar la conducta con otras prácticas más saludables acordes al sentido del hábito. Otras personas utilizan trucos como el esmalte, rociar con limón las uñas, etc.